Las palabras tienen un poder transformador, como hemos visto en los experimentos de Masaru Emoto. 

El Ho’oponopono es una práctica ancestral hawaiana basada en la reconciliación y el perdón, repitiendo las palabras “Gracias”, “Te amo”, “Lo siento”, “Perdóname” y fue divulgada en los años 80 por los psiquiatras Morna Simeone y Ikealalá Hew Len. Esta técnica o filosofía de vida traspasó las fronteras de la isla tras el éxito de su puesta en práctica en la planta de psiquiatría de un hospital.

El Dr. Hew Len accedió a trabajar en el pabellón de psiquiatría de enfermos altamente peligrosos del hospital estatal de Hawaii (Hawaii State Hospital). Los índices de agresión al personal médico y administrativo eran tan elevados que los psiquiatras renunciaban a sus puestos y resultaba muy difícil encontrar personal. El Dr Len puso como condición el trabajar desde su despacho, sin tener contacto físico con sus pacientes.

Tras revisar todos los expedientes de los enfermos del pabellón, empezó a aplicar las palabras de la tradición aborígen. El resultado fue sorprendente ya que, en apenas cuatro meses, los pacientes que debían permanecer atados debido a su agresividad podían pasear y los altamente medicados reducían sus dosis. En cuatro años todos los pacientes del pabellón psiquiátrico fueron dados de alta.

Esta técnica se considera una herramienta de limpieza para la mente subconsciente, borrando la memoria celular. Su práctica es tan sencilla que se ha extendido por todo el mundo, puesto que se puede practicar en silencio, desde cualquier lugar, sin requerir un estado meditativo, repitiendo las palabras “Gracias, te amo, lo siento, perdóname”, como un mantra. Cuando la mente se para y no funcionan la lógica y el razonamiento, parando el torrente de pensamientos constantes, los dos hemisferios se equilibran, y se llega a alcanzar la calma. Cuando te amas a ti mismo, te mejoras a ti mismo, y por ende mejoras tu mundo y todo lo que te rodea.

Si recordamos cómo reaccionan las moléculas del agua a palabras como estas, piensa en cómo se transformarían nuestras propias moléculas, las que circulan a través de nuestros vasos sanguíneos repitiendo estas palabras aunque solo sea de forma mecánica.

¡Aloha!